Tengo una (mal) sana obsesión por el cerebro humano. Esta maravillosa adición me ha llevado a devorar, cual león en la sabana, todo lo relacionado con las mentes ¡maravillosas mentes! Y por fin he llegado a una conclusión, Yo solita con estas manitas.
Lo que conocemos del cerebro humano es solo el 5% y los avances de los últimos veinte años son erróneos o tienen importantes lagunas. Por lo tanto ese 5% probablemente ahora mismo sea tan sólo el 2%, pero son conocimientos empíricos y estudiados (esperemos que dentro de diez años no vuelva a ocurrir lo mismo) por lo tanto podríamos hablar de la pureza de los hechos cerebrales donde ya no hay perturbaciones psicoanalistas.
Después de tantos siglos de investigación creo que la comunidad científica debe reflexionar con los datos que tiene y deleitarse durante un tiempo, mirar con mesura sus descubrimientos y masticar suavemente El Hallazgo. Hemos descubierto la maquinaria (con sus tornillos y su llave Allen y todo) de la felicidad. Tan solo nos falta hallar el botón de encendido.
No quiero centrarme en lo filosófico y relativo de la felicidad, sino en el engranaje de este supuesto relativista.
El cerebro, movido por las emociones, produce sustancias químicas que hacen que la persona eleve su autoestima, experimente sensación de euforia, se sienta animada, alegre y vigorosa.
Estas sustancias que produce el cerebro, denominadas hormonas endógenas (ya que se producen en la corteza cerebral) bien podrían llamarse "drogas de la felicidad". Algunas de ellas son:
La oxitocina, se relaciona con la vida sexual.
La dopamina, que es la droga del amor.
La finilananina, que genera.
La endorfina, que es un trasmisor de energía y equilibra las emociones, el sentimiento de plenitud y el de depresión.
La epinefrina, que es un estímulo para el desafío de la realización de metas.
Si hay abundancia de estas hormonas endógenas, hay inteligencia emocional e interpersonal; la persona se siente ubicada, sabe quién es, a dónde va; controla sus emociones, conoce sus habilidades y sus talentos y se siente dueña de sí misma.
Por lo tanto tenemos en nuestro interior la capacidad de ser felices. Algo tan buscado, tan ansiado, tan deseado está en nuestro interior, pero (y aquí viene el gran pero el momento reflexivo) no podemos ser felices siempre. ¿Por qué? Pues por la misma razón que no podemos estar siempre borrachos o drogados. Nuestro cuerpo necesita estos altibajos que lo hacen especial porque las endorfinas son reguladores de energías de nuestros órganos. Hay que imaginárselos como un jefe que reparte energía según las necesidades de cada cual. Si las endorfinas fallan, nuestra mente falla y por descontado nuestros órganos.
El segundo pero es aun peor que el primero; nos volvemos adictos a la felicidad. En el momento que no segregamos endorfinas nuestro cuerpo tiene mono y cada exige cantidades más grande de hormonas endógenas ¿y si no las encuentra de modo natural? Las buscara mediante la trampa y el cartón.
Es El Hallazgo porque hemos descubierto que nuestra meta, nuestro primer y último fin, puede matarnos. Después de conocer estos datos un mísero 2% me parece la distancia de la tierra al sol.
“Al año mueren más de mil personas por segregar demasiadas endorfinas. Es por lo tanto, una muerte feliz”
Lo que conocemos del cerebro humano es solo el 5% y los avances de los últimos veinte años son erróneos o tienen importantes lagunas. Por lo tanto ese 5% probablemente ahora mismo sea tan sólo el 2%, pero son conocimientos empíricos y estudiados (esperemos que dentro de diez años no vuelva a ocurrir lo mismo) por lo tanto podríamos hablar de la pureza de los hechos cerebrales donde ya no hay perturbaciones psicoanalistas.
Después de tantos siglos de investigación creo que la comunidad científica debe reflexionar con los datos que tiene y deleitarse durante un tiempo, mirar con mesura sus descubrimientos y masticar suavemente El Hallazgo. Hemos descubierto la maquinaria (con sus tornillos y su llave Allen y todo) de la felicidad. Tan solo nos falta hallar el botón de encendido.
No quiero centrarme en lo filosófico y relativo de la felicidad, sino en el engranaje de este supuesto relativista.
El cerebro, movido por las emociones, produce sustancias químicas que hacen que la persona eleve su autoestima, experimente sensación de euforia, se sienta animada, alegre y vigorosa.
Estas sustancias que produce el cerebro, denominadas hormonas endógenas (ya que se producen en la corteza cerebral) bien podrían llamarse "drogas de la felicidad". Algunas de ellas son:
La oxitocina, se relaciona con la vida sexual.
La dopamina, que es la droga del amor.
La finilananina, que genera.
La endorfina, que es un trasmisor de energía y equilibra las emociones, el sentimiento de plenitud y el de depresión.
La epinefrina, que es un estímulo para el desafío de la realización de metas.
Si hay abundancia de estas hormonas endógenas, hay inteligencia emocional e interpersonal; la persona se siente ubicada, sabe quién es, a dónde va; controla sus emociones, conoce sus habilidades y sus talentos y se siente dueña de sí misma.
Por lo tanto tenemos en nuestro interior la capacidad de ser felices. Algo tan buscado, tan ansiado, tan deseado está en nuestro interior, pero (y aquí viene el gran pero el momento reflexivo) no podemos ser felices siempre. ¿Por qué? Pues por la misma razón que no podemos estar siempre borrachos o drogados. Nuestro cuerpo necesita estos altibajos que lo hacen especial porque las endorfinas son reguladores de energías de nuestros órganos. Hay que imaginárselos como un jefe que reparte energía según las necesidades de cada cual. Si las endorfinas fallan, nuestra mente falla y por descontado nuestros órganos.
El segundo pero es aun peor que el primero; nos volvemos adictos a la felicidad. En el momento que no segregamos endorfinas nuestro cuerpo tiene mono y cada exige cantidades más grande de hormonas endógenas ¿y si no las encuentra de modo natural? Las buscara mediante la trampa y el cartón.
Es El Hallazgo porque hemos descubierto que nuestra meta, nuestro primer y último fin, puede matarnos. Después de conocer estos datos un mísero 2% me parece la distancia de la tierra al sol.
“Al año mueren más de mil personas por segregar demasiadas endorfinas. Es por lo tanto, una muerte feliz”
